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Parte 9 - Comunicándome con Elementales

En el año 2007, después des estar un tiempo aprendiendo a usar la nueva energía que tenía con la llama blanca, cómo podía cargarme, manipularla, moverme, ser la llama, tuve mi primer experiencia en la cual usé, fui esa energía.

 

Estaba viendo las noticias, y vi que mostraban cómo un huracán se acercaba a Cuba y ya había pasado por otras islas destrozando algunas casas y con lo que había cerca de la costa. Traté de sentir si podía enviar luz y energía “calma” para que se debilitara el huracán y no cause más daños a la gente que vivía en esa zona, y mis guías me dijeron que debía ir allí.

Entonces me preparé para salir astralmente y luego de relajarme, llenarme de luz y energía, elevar mi vibración, salí de mi cuerpo y pedí que si debía hacer algo, me lleven al lugar correcto, y que me muestren o me hagan sentir qué debía hacer. Hasta ese momento solo había iluminado y limpiado al planeta como un todo, nunca había hecho algo solo interactuando en alguna parte en particular, pero como sentía bien fuerte que debía hacerlo, no dejé que mis dudas me condicionaran y me dejé guiar.

Un instante después, sentí mucho amor y ayuda a mi alrededor y sentí cómo esta energía me llevó hacia una playa en el caribe, en Cuba. Al llegar ahí, sentí a la gente que habitaba esa zona, con miedo, desesperación por el huracán que estaba avanzando y esa gente estaba en el camino que estaba tomando el huracán. Lo primero que traté de hacer fue enviar luz y paz a la gente, intentar calmarlos y llevarles amor, confianza de que todo estaría bien, pero sentí que algo más me estaba llamando, que no debía enfocarme en la gente, y empecé a sentir cómo mi energía, y la llama blanca que me rodeaba tomaba más fuerza y más luz. Entonces dejé de pensar qué quería hacer y empecé a sentir qué DEBÍA hacer. Me alejé de la gente, y me dirigí a la playa, mirando hacia el mar. Mientras tanto siempre tenía una parte de mí que estaba dudando de lo que estaba haciendo ahí así que pedí a mis guías que me ayuden a calmarme y a enfocarme en la tarea que me habían enviado a hacer ahí.

Un momento después sentí cómo la llama empezó a cambiar de forma, y sin cambiar la luz o energía que emitía, tomó la forma de dos alas, como dos alas de fuego blanco, dándome mucha paz y seguridad. Al sentir esta seguridad, supe qué debía hacer. Puse mi atención en el huracán y sentí que quería que se desvíe, pero no sabía si podía hacerlo o cómo. Así que traté de sentirlo, de sentir el huracán y lo que había en él. Al enfocar mi corazón y tratar de percibir al huracán, pude sentir los elementales que estaban dando fuerza al viento, que le estaban dando forma, y sentí mucha rabia, bronca, furia y un sentimiento de destrucción. Entonces pedí hablar con ellos y al principio no tuve respuesta, entonces les mandé mi energía, pedí que me vieran y que solo quería hablar. Me di cuenta que vieron la forma de mi energía y por el estado en que estaban no sintieron realmente quién era, y por la energía en forma de alas pensaron que era un ángel y aceptaron escucharme.

De pronto me vi en frente de una pared del huracán, como si fuese una pared de viento que se frenaba justo en frente mío y vi a unos 15 elementales en el viento que habían venido a escucharme. Estos elementales se veían como unos seres pequeños, de unos 30 centímetros de altura, de color gris claro y sin un cuerpo realmente físico o palpable, sino como si fueran humo, pero con una forma definida. En ese momento sentí que una parte de mí entraba en pánico porque no sabía qué decir, cómo hablar con ellos, qué pedirles. Entonces solo me dejé fluir, dejé que las palabras y sentimientos fluyan a través mío. Y les mostré (porque no era solo palabras, sino les mandaba imágenes y sensaciones) cómo se sentía la gente de la isla, el miedo que tenían, y les mostré la furia que ellos traían que estaban consumidos en esa ira y no medían realmente las consecuencias de sus emociones. También les envié el sentimiento de La Tierra, de la paz y alegría que sentía con la madre Tierra y la armonía que ella quería en sus seres, construcción y no destrucción, limpieza y no caos, armonía y alegría. Y los elementales, todavía en su furia, decían que no les importaba nada de eso, que ellos se sentían así y no les importaba que alguien sufra por culpa suya. A lo que pedí ayuda a la Tierra, y sentí cómo una energía impresionante venía del suelo, del planeta, y subía por mis pies, mis piernas y me llenaba con un sentimiento de alegría armonía y completitud impresionantes, y dejé que esta energía y emociones fluyeran a través de la llama en forma de alas, hacia los elementales, y empecé a mover estas alas de fuego blanco, como si estuviese batiendo las alas y enviando ráfagas de esta energía, estos sentimientos y la sensación de unión con el todo, con la playa, con el mar, con el aire, con la gente. Entonces su furia empezó a cambiar, empezó a apaciguarse y el sentimiento de destrucción empezó a cambiar en un sentimiento de limpieza y purificación. Y los elementales me agradecieron la energía que les estaba enviando, agradecieron que pudieran sentir la conexión con el todo, con la Madre Tierra, y que si bien no iban a deshacer el huracán, porque era su misión, el huracán era su propósito, no querían que la gente sufra, no querían traer destrucción y que cambiarían su rumbo para no lastimar a la gente, para seguir en armonía con el todo y solo limpiar y purificar el aire desde otro lugar. Me agradecieron y se despidieron. Yo también les agradecí enormemente porque gracias a ellos pude sentir esa conexión con la Tierra, con la playa, con la gente, el aire, el agua, con el todo; y de pronto hubo una luz entre nosotros, y una sensación de paz.

Luego vi como se alejaban los elementales y volvían al huracán, desde donde habían venido para hablar conmigo. En ese momento sentí a mis guías y otros seres de luz felicitándome, no por haber ayudado a que la gente de la isla no sufra, sino porque había aprendido una lección, porque había aprendido a dejarme fluir, a dejar que la luz actúe a través mío, a dejar a mi verdadero ser salir a la superficie y no dejarme limitar por mi mente y mis miedos de que como no entiendo o no sé cómo hacer algo, no puedo hacerlo, a aceptar más profundamente ese trabajo con La Tierra, sin cuestionarme si puedo hacerlo o no, simplemente sintiendo lo que debo hacer.

 

Lo que había pasado en esa experiencia no lo comenté con nadie, porque si bien sentía y sabía lo real que había sido, mi mente aún no quería aceptarlo.

Al día siguiente, mi mamá me dijo que le había contado algunas de mis experiencias a una amiga suya que había empezado a hacer viajes astrales, y que esa tarde la había llamado por teléfono para contarle una experiencia del día anterior.

Ella se preparó para hacer un viaje astral, y al momento de salir, pidió que quería ir o ver los lugares donde yo había tenido mis experiencias, o si era posible verme o sentir algo parecido. Entonces de pronto apareció flotando en el aire, sobre una playa y vio un ángel mirando a una especie de nube, como si estuviesen hablando o haciendo algo. Quiso acercarse, pero sintió que la frenaban, que no la dejaban, y su guía le dijo que solo podía ver, sin interferir. Entonces trató de sentir o ver mejor, y sintió que conocía la energía de ese ser que veía como un ángel, y se dio cuenta que no era la energía de un ángel, sino de alguien que ella conocía, y después me reconoció, me sintió ahí a unos 20 metros de donde estaba ella. Cuando me reconoció quiso nuevamente acercarse e ir donde estaba yo, para ver si en el plano astral podía hablar conmigo, pero nuevamente sintió que la frenaban, que no podía acercarse en ese momento, por lo que siguió viendo desde donde estaba. También le contó a mi mamá que no entendía por qué me vio con alas, pero alas que no eran realmente alas, no veía como plumas o algo parecido a alas, sino solo como luz blanca con forma de alas.

Después de esa confirmación, mi mente aún seguía dudando, pero un día más tarde, vi en las noticias que el huracán se había desviado y aunque seguía con una intensidad similar, el nuevo rumbo no tocaría Cuba. Entonces mi mente se dio por vencida y aceptó lo que en el corazón y en todo mi ser sabía que había ocurrido realmente.

 

Ahí aprendí que no hay que limitarse a lo que nos dice la mente de lo que se puede o debe hacer, hay que sentir y dejarse guiar por el corazón, fluir con la luz y la conexión con nuestros guías. De esta forma hacemos lo que el universo sabe que podemos hacer, sea para ayudar alguien, algún lugar o para aprender y crecer nosotros.

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